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Esta reliquia exhala perfume de elegía,
Porque la reina Estuardo, de labio purpurino,
Que a Ronsard recitaba y el misal, un divino
Hálito aquí ha dejado de magia y poesía.

La hermosa reina rubia, con frágil energía,
Firmó María abajo del viejo pergamino.
Aquí posó la mano, lirio adorado y fino,
Que azulaba una sangre fiera y pronta a la orgía.

Fijáronse aquí dedos de mujer, impregnados
En olor de cabellos, por ella acariciados
En el real orgullo de un sangriento adulterio.

y aspiro la fragancia, y veo los rosados
Tintes de aquellos dedos, hoy mudos, y trocados
Quizá en pálidas flores de triste cementerio.
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