Esta vidriera ha visto, de damas y barones, Vestidos de azul y oro que la luz abrillanta, Ante la mano ungida que la Hostia levanta, Inclinar el orgullo de frentes y de airones.
Y después, de clarines y cuernos a los sones, O de guerrera música que hechos de gloria canta, Iban, la espada en alto, para la Tierra Santa, O para cacerías, al puño los halcones.
Hoy de las castellanas y los nobles feudales, A los pies los lebreles, en losas sepulcrales Las sombrías estatuas yacen en larga hilera;
Y sin voz, sin oído, bajo una luz dudosa, Con sus ojos de mármol, miran, sin ver, la rosa Abierta eternamente sobre la azul vidriera.