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Galopando en sus blancos caballos, la luciente
Cuadriga sube al cielo. El fuerte resoplido
Hace ondular las mieses sobre el campo dormido,
Y la tierra en sus flancos abrasada se siente.

En vano la floresta se junta estrechamente.
El sol, atravesando su follaje tupido
Se desliza y alumbra el paisaje escondido
Donde se oye en las sombras el reír de una fuente.

Es la cálida hora cuando en mitad del día
Saltando entre zarzales, detrás de su jauría
Con clamores de muerte que a su paso levanta,

Y disparando flechas con arrojo violento,
Anhelante, y tendida la cabellera al viento,
Artemis, invencible, la enorme selva espanta.
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