Levantó el del Garona su rústica morada bajo un haya robusta del bosque en la aspereza; de un Dios, savia potente nutre su alba corteza. Su horizonte es la selva que cubre su mirada.
El hombre encuentra en ella, sombra entre la enramada y leña en el invierno; y en oscura maleza, lo que caza, o en redes alcanza su destreza, o para abrigo suyo, en la estación helada.
Largo tiempo ha vivido vida libre y dichosa, y al volver a su albergue, de tarde, cariñosa el Haya con sus brazos parece que lo llama;
y cuando al fin la Muerte doble su frente fría, para ataúd darales a sus nietos, un día, su corazón nudoso la más hermosa rama.