La tarde, con su bruma clara y azul, se muere Cual palabra amorosa que se disipa lenta, Cual la húmeda y cálida sonrisa de las viudas Que con antiguos éxtasis entre sus carnes sueñan.
La ciudad, a lo lejos, se ha callado. En el huerto Pensativo, el silencio, se abre en la sombra trémula, y cantan, tras los árboles, claras frescuras de agua Que esparce el viento; faldas con rumor de hojas secas Sobre la arena pasan; contra el muro el zumbido Se oye de las avispas en la quietud serena; Las rosas deshojadas por dedos soñadores Su alma de miel esparcen, y un alba extraña mezcla, En el confín del cielo y en un etéreo encanto, La luz que huye y la sombra salpicada de estrellas.
¿Qué me importan los soles que han de surgir? ¿El oro, Genio y amor, qué importan, y juventud risueña? Dormir sueño profundo, dejadme en el olvido, Dejadme que en la sombra sueño profundo duerma, Con manos compasivas de mujer en la frente... ¡Y cerrad la ventana sobre la vida abierta!