Sí, me quieres... Es cierto. ¡Qué amable!... ¡Muy amable! Pero hay días -lo sabes-, te lo digo sin riña, En que, cansado, siento que me pongo irritable Al verte que haces cosas como si fueras niña.
Risas y chanzas siempre... Todo eso es agradable, Todo eso nos encanta: nunca te lo he negado, Pero en la vida humana jamás eso ha bastado.
Quizá no es nada, pero... mal ahora me siento, Y a ti no se te oculta que me encuentro enervado; y hasta llorar podría, sin motivo, al momento. Cállate, pues. Te agitas. Y de hablar no has cesado.
Tu voz de pajarito me irrita y me hace mal. ¿El forro de tu capa no te gustó tal vez? De esas cosas no entiendo. Todo eso me es igual… ¿Y por qué esas miradas de tragedia esta vez?
Te digo francamente que no estoy enojado. No creas que esto es cólera ¡No!... ¡No!... Te explicaré.
Nada te he dicho ahora con acento irritado. Tengo ataque de nervios. ¿Quieres saber por qué? ¡Dios mío! ¡Es este tiempo!... Más no encuentro manera de explicarte. Es fatiga, y un fastidio tenaz. Pero, por hoy siquiera, Óyeme: deja un poco tus sombreros en paz.