Oh manos, caras manos, que cerrasteis Los ojos de mi madre; manos tiernas, Manos piadosas que su helado cuerpo Ungisteis con esencias; Manos que amortajasteis su cadáver y por la angustia trémulas Ayudasteis, en hora de amargura, En su ataúd a colocarlo; bellas y amadas manos que en aciaga noche De horror y de tinieblas Enjugasteis el llanto de mis ojos; Manos süaves, blandas como seda, Manos de dedos pálidos y finos, Pálidas manos de color de cera, Que sus últimos besos recibisteis y el calor de sus lágrimas postreras: Levemente pasad sobre mis párpados En esta noche de mortal tristeza; ¡Posaos en mis párpados sin sueño Para que al menos una hora duerma, En el dolor sin nombre de mi alma. Soñando viva a la que lloro muerta!