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Pálida, soñadora, y el aire misterioso,
A la luz de la luna que el canal ilumina,
La rubia Dogaresa, junto a su viejo esposo,.
La flor de sus veinte años sobre el balcón reclina.

Piensa en aquel apuesto doncel de la Embajada
De Pisa, siempre airoso con su luciente manto,
Que, de tarde, en San Marcos, espera su llegada,
y el corazón le turba con un secreto encanto.

Más digna de su raza, para el orgullo alienta;
y no dejará nunca que el deshonor deslustre
Los timbres de su escudo, que sin mancilla ostenta
El gonfalón glorioso de la ciudad lacustre.

La luna vierte pálido fulgor, y a la distancia
Se oyen de gondoleros las notas argentinas,
Mientras que pasa el viento regando, con fragancia,
Sobre la azul laguna rumor de mandolinas.
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