Su vuelo el Caballero para en la bullidora
espuma, ya vencidos el monstruo y la Medusa;
manando baba y sangre, entre mezcla difusa,
lleva asida a la virgen, rubia como la aurora.
Sobre el corcel divino, que entre la mar sonora
piafa, salta y relincha, y proseguir rehúsa,
a la Amada coloca, que en sus brazos, confusa,
a su vez le sonríe, y se lamenta y llora.
La abraza. El agua inquieta, bajo la luz radiante,
los envuelve. Ella, en tanto, en la grupa guarece
sus bellos pies, que huyendo besa una ola errante.
Más Pegaso, al azote de una onda, irritado,
se alza al oír el grito del Héroe, y estremece,
de un salto, con sus alas, el cielo deslumbrado.