Su veste era de tul con albas rosas, y eran sus labios como rosas pálidas, y eran sus labios Fríos, Eran fríos y azules como el agua que sueña en el silencio de los bosques.
El mar Tirreno, con cadencias lánguidas, Arrullaba su vida, que se esparcía en pétalos al aura.
Moría dulcemente, Los blancos pies en cruz... Cuando cantaba El cristal de su voz sangrar hacía El corazón, al evocar la patria.
Un férreo brazalete, con su nombre. Que era blancura y suavidad, llevaba Siempre en el grácil puño, y parecía La argolla del destierro en dura playa.
Moría en un perfume de heliotropo, Fijos los ojos en las velas blancas Que se alejaban lentamente, sobre El agua azul de la dormida rada.
Moría en el otoño... con las hojas... y era como una música lejana, Como doliente música Que en armonías trémulas se apaga.