Acaso él mismo fuera en parte responsable, Por el afán de parecer un ángel, eterno adolescente, De aquel diminuto familiar en exceso con el mozo, De sabor desdeñoso para el hombre, Con el cual en privado y en público llamaban Unos y otros, amigos como extraños, Con esas peculiares maneras españolas, Al cincuentón obeso en que se convirtiera.
En el poeta la espiritual compleja maquinaria De sutil precisión y exquisito manejo Requiere entendimiento, y no tan sólo En quienes al poeta se aproximan Sino también en quien detenta a aquélla. Mas él, siempre movido por el capricho irrazonable del infante, No quiso, tal vez no supo manejarla, Ayudando a los otros, contra él, en el desdén artero.
Porque en la cuenta debe entrar la idiosincrasia indígena Que jamás admitiera cómo excelencia puede corresponder a varios: Su fanatismo antes mejor prospera si se concentra en la de uno. Así tantos compadres del Poeta en Residencia, Sin excluir, por su interés en la guerrilla, a éste, Quisieron consignar al olvido su raro don poético, Cuidando de ver en él tan sólo y nada más que a "Manolito" Y callando al poeta admirable que en él hubo.