Blanca flor de los claustros, irrisorio capricho de don Juan, me abraso en gana de platicar contigo, bella hermana, en la paz del oscuro locutorio. Mi cabeza en tus senos, el mortuorio recuerdo evocarás de noche arcana en que oíste la voz de la campana, en brazos del sacrílego tenorio. De tus monjiles hábitos, contritos absolución demandan mis delitos; dales la luz de tu inviolada toca a las tinieblas de mi noche oscura y haz llover en mi erótica locura los besos conventuales de tu boca.