Tú que prendiste ayer los aurorales fulgores del amor en mi ventana; tú, bella infiel, adoración lejana, madona de eucologios y misales; tú, que ostentas reflejos siderales en el pecho enjoyado, grave hermana, y en tus ojos, con lumbre sobrehumana, brillan las tres virtudes teologales: no pienses que tal vez te guardo encono por tus nupcias de hoy. Que te bendiga mi señor Jesucristo. Yo perdono tu flaqueza, y esclavo de tu hechizo, de tu primer hijuelo, dulce amiga, celebraré en mis versos el bautizo.