¡Ay de Dios, que tu palabra me tiene embrujada el alma! mi lírica adolescencia y tu existencia gitana se dicen en la ventana cosas de amor y buenaventura en estas noches lluviosas. Juran por Cristo, venerables dueñas, que quien llora en el vientre de la madre conoce del futuro; tú gemiste antes de que nacieras, y por eso tus artes de gitana me iluminan en los discursos de tu voz profética. Me haces la caridad de tu palabra y por oírte hablar quedan las cosas enmudecidas religiosamente, y yo me maravillo del concepto que en tu boca, Fuensanta, se hace música, y me quedo pendiente de tus labios como quien se divierte con cristales. Me embelesa el decoro de tu plática, y ante tu vista escrutadora extiendo la palma de las manos, y predices mi destino en lenguaje milagroso. Y sigues conversando, eres la clave del dolor y del gozo; abarca todas las horas venideras, la mirada de tus ojos sintéticos, bien mío. Y con tu rostro ecuánime subyugas ¡oh tú, la bienpensada que conversas cual si hubieses venido del misterio! ¡Si me quitan el regalo de tus proféticos labios, me muero de desencanto! Dios quiera que se conserve el prodigio de tu palabra hechicera, para decirme en voz baja cosas de amor y buenaventura en estas noches lluviosas. Y nuestro dulce noviazgo será, Fuensanta, una flor con un pétalo de enigma y otro pétalo de amor. ¡Tú me dirás del enigma, yo te diré del amor! ¡Ay de Dios, que tu palabra me tiene embrujada el alma!