¿Cómo será esta sed constante de veneros femeninos, de agua que huye y que regresa? ¿Será este afán perenne, franciscano o polígamo? Yo no sé si está presa mi devoción en la alta locura del primer teólogo que soñó con la primera infanta, o si, atávicamente, soy árabe sin cuitas que siempre está de vuelta de la cruel continencia del desierto, y que en medio de un júbilo de huríes, las halla a todas bellas y a todas favoritas. No sé... Mas que en la hora reseca e impotente de mi vejez, no falte la tónica tibieza mujeril, providente con los reyes caducos que ligaban las hoces de Israel, y cantaban en salmos, y dormían sobre pieles feroces.