Coses en dulce paz, y son divinos tus mirares y plácido tu gesto, cuando escuchas la rima que he compuesto para tus dedos ágiles y finos. La candidez sin mancha de los linos nieva y decora tu regazo honesto, y en grato ir y venir tocan el cesto las yemas de tus dedos marfilinos. Mirándote coser, tan envidiosa de tu aguja está el alma, que quisiera tener, en la existencia fastidiosa, la suerte de la aguja afortunada, por quedar un momento prisionera entre los dedos de la bien amada.