El alma llena de recogimiento, mudos los labios, me detengo en cada lugar de tu mansión, ensimismada cual si la fatigase un pensamiento. El naranjo medita. En el momento en que estoy en tu alcoba, la almohada me dice que en la noche prolongada tu rostro tibio la dará contento. Honda es la paz... Pero la angustia crece al mirar que no vuelves. Hace ruido el viento entre las hojas, y parece que en el patio se quejan los difuntos... ¡Es el naranjo, que al temer tu olvido me está invitando a que lloremos juntos!