Entré a la vasta veleidad del piélago con humos de pirata... Y me sentía ya un poco delfín y veía la plata de los flancos de la última sirena, cuando mi devaneo anacrónico viose reducido a un amago humillante de mareo. Mas no guardo rencor a la inestable eternidad de espuma y efímeros espejos. Porque sobre ella fui como una suma de nostalgias y arraigos, y sobre ella me sentí, en alta mar, más de viaje que nunca y más fincado en la palma de aquella mano impar.