En los prados de tu huerto a la luz del plenilunio se moría cada flor; y concurriendo a una extraña complicidad de infortunio, en el rosal de mi vida se deshojaba el amor. Bien pudiera el peregrino hacer estación romántica a la mitad del camino, y desgranar un rosario de cuentas sentimentales por aquel deshojamiento del alma y de los rosales. ¡Oh novia siempre querida, cuyas pupilas llorosas contemplaron la caída de pétalos y esperanzas sobre la faz de las cosas, cuando en la calma nocturna se deshojaban a un tiempo las quimeras y las rosas!