Fuensanta: las finezas del Amado, las finezas más finas, han de ser para ti menguada cosa, porque el honor a ti resulta honrado. La corona de espinas, llevándola por ti, es suave rosa que perfuma la frente del Amado. El madero pesado en que me crucifico por tu amor no pesa más, Fuensanta, que el arbusto en que canta tu amigo el ruiseñor y que con una mano arranca fácilmente el leñador. Por ti el estar enfermo es estar sano; nada son para ti todos los cuentos que en la remota infancia divierten al mortal; porque hueles mejor que la fragancia de encantados jardines soñolientos, y porque eres más diáfana, bien mío, que el diáfano palacio de cristal. Pero con ser así tu poderío, permite que te ofrezca el pobre don del viejo parque de mi corazón. Está en diciembre, pero con tu cántico tendrá las rosas de un abril romántico. Bella Fuensanta, tú ya bien sabes el secreto: ¡canta!