Por débil y pequeña, oh flor de paraíso, cabías en el vértice del corazón en fiesta que te quiso. Salíamos al campo y tu cuerpo minúsculo se destacaba airoso en la grana y el oro del crepúsculo. ¡Oh noches enlunadas oh provinciana orquesta, oh, tu alma piadosa! ¡Oh mi incansable corazón en fiesta! Y una noche moriste con la paz de un lamento que se va con la brisa al brocado ideal del firmamento. Se derramó tu espíritu cual vaso de ambrosía, y en tu mano difunta puso mi amor una azucena pía. Sorda estás para siempre, el recuerdo me abrasa y al tocar en la puerta turba el ruido el silencio de la casa. ¡Oh ilusión fallecida en abril! ¡Oh alma presta a todos los ensueños del incansable corazón en fiesta!