Tus ventanas, con pájaros y flores, tus ventanas que miran al oriente, están esclarecidas con la gracia de la aurora riente que con primicias de su luz decora la virtud de tu frente. Tus ventanas de antigua arquitectura en que el canario, a trinos, alborota la paz de tu silencio provinciano; ventanas en que flota, para embriaguez de los amantes fieles, la desmayada ofrenda del perfume de rosas y claveles... Tus ventanas, Amor, de cuya clave quise colgar la jaula de mi dicha para que la cuidaras como una ave; ventanas de madera en que en vano soñé dejar prendida mi devoción como una enredadera... Tus ventanas que miran al oriente y madrugan, fragantes, de limpieza ¿esperaron una alba, de cándida belleza, o el regreso del novio que anda en tierras de olvido, o esperaron, acaso, el milagro de un sol desconocido? Ventanas que rondé en la alborada de mis mocedades, rejas con agua, y luz, y caracoles en que Ella gusta de escuchar el sordo fragor de las marinas tempestades; rejas dignas de célebres idilios, rejas de mi noviazgo adolescente, que yo os mire de nuevo ¡oh ventanas, abiertas al oriente!