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A dura sombra el día, a dura sombra
la noche lúcida de orquestada lengua.
El ruiseñor eterno no se asombra
de su rumor, ni él su trino amengua.

La tremenda amapola de las horas,
en la hora de amor, Eros deshoja
y el dios de amor, mi luna de a deshoras,
en su balanza, sin descuento, arroja.

Inauguro este sueño a todo fuego
y con un soplo me lo aviva un ángel.
Mujeres de alto pecho, hombres en lego,

dirán, con voz de silvo, que es desángel,
pero mi Dios supremo, a quien lo entrego,
sabe que es El quien empujo al arcángel.
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