Bajo el encanto sombrío De la tarde de tormenta Hay trazos de luz violenta En la amatista del río. Y siento la tentación De hundir mi cuerpo en la oscura Agua quieta que fulgura Bajo el cielo de crespón.
Intensa coquetería Del contraste con la onda Que hará mi carne más blonda Entre su gasa sombría. Rara y divina toalé Que en la penumbra amatista Dará una gracia imprevista A mi cuerpo rosa-té.
Ninguna tela más bella En su pliegue ha de envolverme. ¡Nunca tornarás a verme Con tal blancura de estrella! Jamás caprichoso azar Ha dado, a ninguna amante, Un lecho más fulgurante Bajo el amado mirar.
Deja que el río me vista Con sus largos pliegues lilas, Y guarda en tus dos pupilas, Junto al fondo de amatista, La visión loca y suprema De mi cuerpo embellecido Por el oscuro vestido Y la sombría diadema.