¿De qué jugo *****, de qué zumo amargo, De agua de qué pozo taciturno y largo Se nutre mi alma, ácida y salobre Cual vinos guardados en tazas de cobre?
¿Qué savias, ¡oh, dioses!, sorben sus raíces Torcidas y grises Cual ramas de higuera Que no fué vemada por la primavera?
Cardo del hastío, que ha ungido la sombra Con su aceite *****, y que nunca asombra La luz con sus dagas, la secó la angustia Como una corola que al fuego se amustia.
Y el polen de oro fué polen de cal. Y la savia dulce fué sudor de sal. Se estrujó en capullo, sus brotes sorbió, Y ya nunca, nunca más fragancias dio. Si un día florece de nuevo, ¿será Otra vez un lirio, o acaso dará
Un cáliz extraño, *****, atormentado Que lleve en sus hojas un dardo clavado?
¡Oh, Dios, ¿cuál será La flor que mi alma salobre dará?¹