El día de duraznos, la noche de centauras, todo el día y la noche fragancia, almendra y miel. Decíamos: ¿Preguntan las sigilosas auras si sobre el mundo hay sombras y en nuestro pan hay hiel?
¡Qué risa al contestarles que el mundo era una gloria, que el pan que te servía era de un trigo igual al que comen las reinas! Me duele la memoria recordando esa risa. Y en este cabezal
En que me aduermo ahora tan sola y tan cansada, que siento cual si fuera de arenisca la almohada y de uñas la manta que nunca da calor,
triste como la muerte te grito sin un eco: ¿Qué haces? ¿Dónde vives? ¿En qué país reseco te hundes, olvidado del mundo del amor?