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Dulce equilibrio de amapola y viento
de sol y tierra en cautelosa tarde.
La brasa de la luz apenas arde.
La brisa es sólo eterno movimiento.

El trueno de la sangre, sigiloso,
no da hoy su memoria de tormenta.
El ojo de la lágrima sedienta
paz concede a sus sales sin reposo.

Días vendrán de vértigo y centella,
pero ahora es el reino de la estrella,
en esta pausa azul, sin disciplina

de mapas, calendarios y relojes.
Colmadas de oro están íntimas trojes.
Puedo servirte un sueño, golondrina.
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