En la playa que el viento de otoño hace más sola noche a noche me siento frente a la tentación de este mar que en sus ondas lleva y trae los navíos que me envían, de lejos, su muda invitación.
Los veo hundirse en la niebla salpicados de luces, Mundos breves y vivos que se echan a andar, en busca de horizontes distintos e imprevistos, entre la hechicería de la luna y el mar.
Más allá... ¡Oh Dios mío, y yo aquí tan inmóvil cual si fuera una piedra que nada ha de mover! ¡Ya me agobia el cansancio de soñar imposibles! ¡Se ha hecho espina mi ansia de tocar y de ver!