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Estás labrando en mí la nueva vida,
pequeña y casta como oscura rosa.
Tu mirada de amor en mi se posa
para el anhelo de que estoy transida.

Llegaste a mí, tu mano conducida
por la de Aquel, celeste, que reposa
sobre toda la luz enclarecida.
Tú eres tierno y perfecto; yo, amorosa.

Amorosa, torcaza, deslumbrada,
corola erguida y alta, condenada
a la ancha sombra y el seguro frío

pero tan dulcemente enamorada,
que de rodillas ante Dios, sonrío
porque en tu sueño, triunfo de la nada.
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