Lejos estaba el agua de mi fiebre. Yo no tenía fuerzas de alcanzar el alto muro, la colina ardiente, el cíngulo del cielo con el mar.
me hervía el fuego entre la dura boca andaba entre mi aire el huracán. -Corazón que me fuiste generoso. ¿En lágrimas o sangre no me das un solo sorbo, refrigerio mínimo, más preciso que el pan y que la sal?
El rostro amado se borró del círculo y pasaron por él cien rostros más. Vino la niebla y me envolvió piadosa en una bruma ya del más allá.
Muchos días después volví a la tierra, triste morada de perpetua sed.
A nadie pido agua. Está muy lejos la fuente que me diera de beber. Visión del agua que debió ser mía. Agua, de agua para sed de sed.