Magdalena: yo a veces envidio lo que fuiste. Me aburre esta existencia tan monótona y triste. Hoy daría ni¡ alma por los mil esplendores Y el vértigo de abismo de tus cien mil amores.
Y después, el sayal gris de los penitentes. ¿Qué importa? Hoy es mi alma un nido de serpientes. Me vengo del hastío ensoñando el pecado, Y siento entre mis labios la miel de lo vedado.
El inmenso bostezo de mi paz cambiaría Por el barro dorado de tus noches de orgía, Para luego ofrendarlo, en un gran vaso lleno,
De ungüento de nardos, al rubio Nazareno. ¡Hoy daría mi alma por los mil esplendores Y el vértigo de abismo de tus cien mil amores!