He bebido del chorro cándido de la fuente. Traigo los labios frescos y la cara mojada. Mi boca hoy tiene toda la estupenda dulzura de una rosa jugosa, nueva y recién cortada.
El cielo ostenta una limpidez de diamante. Estoy ebria de tarde, de viento y primavera. ¿No sientes en mis trenzas olor a trigo ondeante? ¿No me hallas hoy flexible como una enredadera?
Elástica de gozo como un gamo he corrido por todos los ceñudos senderos de la sierra. Y el galgo cazador que es mi guía, rendido, se ha acostado a mis pies, largo a largo, en la tierra.
¡Ah, qué inmensa fatiga me derriba en la grama y abate en tus rodillas mi cabeza morena, mientras que de una iglesia campesina y lejana nos llega un lento y grave llamado de novena!