La espuma me salpica como un rocío blanco y el viento me enmaraña el cabello en la frente. A mi espalda está el verde respaldo del barranco y a mis pies el gran río de elástica corriente.
Rumores de la selva y rezongos del agua y tal como una lepra sobre el dorso del río, la mancha oblonga y negra que pinta la piragua, en la fresca penumbra del recodo sombrío.
No medito, no sueño, no anhelo, estoy ligera de todo pensamiento y de toda quimera. Soy en este momento la hembra primitiva,
atenta sólo al grave problema de su cena, y vigilo glotona, con un ansia instintiva, el corcho que se mece sobre el agua serena.