Tenía las pupilas tristes y tenebrosas Como dos pozos secos. Y en la boca dos rosas De fiebre v avidez. Y dos rosas de sangre purpuraban sus pies.
Limpias muchachas rubias volvían de la fuente Con las cánr tras llenas (le agua clara y bullente. Y clamó él: -¡Piedad! Pero ellas pasaron sordas a su ansiedad.
Las muchachas de piedra cantando se alejaron Y en el aire una estela de frescura dejaron. El gemía. Mi alma gritó entonces: -¡Piedad! Y el grito entre mis labios se hizo clamor: -¡Piedad!
La sed era en su boca como un largo rubí. Y yo el cántaro vivo de ni¡ cuerpo le di.