No termines, ¡oh día!, sin dejarme en la mano Como una rosa abierta bajo el sol de la tarde Este estío tardío que entre mis labios arde Y que hoy, desde el alba, yo te he pedido en vano.
Déjalo que madure como un fruto en verano Y aunque amargue su entraña mi lasura cobarde Dámelo terso y puro para que en él se guarde Un poco de este diario y salobre desgano.
Dámelo, día de enero, para que él me averguence Mañana de esta misma blandura que me vence Y que ciega mis ojos para tu claridad.
No sé cómo se puede estar grave este día; Presiento que he pecado con mi melancolía Y que es todo un delito mi taciturnidad.