Llueve... Espera, no duermas, estáte atento a lo que dice el viento y a lo que dice el agua que golpea con sus dedos menudos en los vidrios.
Todo mi corazón se vuelve oídos para escuchar a la hechizada hermana, que ha dormido en el cielo, que ha visto el sol de cerca, y baja ahora elástica y alegre de la mano del viento, igual que una viajera que torna a un país de maravilla.
¡Cómo estará de alegre el trigo ondeante! ¡Con qué avidez se esponjará la hierba! ¡Cuántos diamantes colgarán ahora del ramaje profundo de los pinos!
Espera, no te duermas. Escuchemos el ritmo de la lluvia. Apoya entre mis senos tu frente taciturna. Yo sentiré el latir de tus dos sienes palpitantes y tibias, como si fueran dos martillos vivos que golpearan mi carne.
Espera, no te duermas. Esta noche somos los dos un mundo, aislado por el viento y por la lluvia entre la cuenca tibia de una alcoba.
Espera, no te duermas. Esta noche somos acaso la raíz suprema de donde debe germinar mañana el tronco bello de una raza nueva