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Me encontraste en la orilla de la vida,
menta oscura y balsámica,
sumisa, malherida golondrina.

Venías de la luz, broncíneo arcángel
que trae la miel, el óleo, el sueño puro,
el laúd ovidado por mi ángel.

No alcé mi grito ni el perfume triste
de las hojas, gavilla macerada,
pero, Destino, con la mirada del amor me viste.

Sabes la claridad que me ofrecías,
la llama que brotaba de tu mano,
el mensaje celeste que traías.

Luego, en punzante trenza de alaridos,
nos rodearon los vientos enconados
y el arcángel y yo fuimos heridos.

Como eres fuerte, ni el dolor te arredra,
soy amorosa y dócil. En ti sigo,
menta, desesperadamente hiedra.
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