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Mi alma era una choza cerrada a cal y canto.
Acaso no sabía ni de sol ni de luz,
E ignoraba así mismo del inmenso quebranto
Que sufrió en el calvario nuestro hermano Jesús.

Una queja tan honda como un lloro doliente
La abrió luego a la vida como un cáliz en flor.
Y fué un deslumbramiento magnífico y ardiente
A través de esa brecha que le hiciera el dolor.

Y ahora está mi alma abierta a cuatro vientos.
Fue cada sufrimiento una nueva ventana
Hacia los dilatados y puros firmamentos.

Era inhospitalaria, insensible y oscura.
Dolor abrió sus puertas y ahora de ella mana
Un gran haz de luz clara de infinita dulzura.
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