Aquí vino y se fue. Vino ..., nos marcó nuestra tarea y se fue. Tal vez detrás de aquella nube hay alguien que trabaja lo mismo que nosotros, y tal vez las estrellas no son más que ventanas encendidas de una fábrica donde Dios tiene que repartir una labor también.
Aquí vino y se fue. Vino ..., llenó nuestra caja de caudales con millones de siglos y de siglos, nos dejó unas herramientas ... y se fue.
El, que lo sabe todo, sabe que estando solos, sin dioses que nos miren, trabajamos mejor.
Detrás de ti no hay nadie. Nadie. Ni un maestro, ni un amo, ni un patrón. Pero tuyo es el tiempo. El tiempo y esa gubia con que Dios comenzó la creación.