En el pozo la guardaron. Para que no la robasen en el pozo la guardaron -como una onza en un bolso- aquellos fieros románticos.
Y estuvieron dos cipreses la noche entera velando. La noche entera de un siglo los dos cipreses velaron.
Pero fue en vano, fue en vano, toda la vela fue en vano. Al llegar la madrugada el Sol levantó los brazos y asomó sobre la sierra su rostro congestionado de risa, que gritaba: ¡la han robado, la han robado, la han robado!...