Ni es un dragón ni es un juguete, Marta. Es un regalo religioso, el último regalo del Señor.
Para que no te pierdas demasiado en el trajín de la casa; para que no digas ya más, primero es la obligación que la devoción. Y para que no te distraigas en el templo pensando en el horno, en la rueca y en el esclavo perezoso.