Ya sonó la media noche En el viejo campanario: Querétaro está en silencio Que sólo turba a intervalos El grito del centinela Triste, sonoro y pausado.
En un antiguo convento Que ya en cuartel trasformaron, Presos en humildes celdas Están la muerte esperando Miguel Miramón, Mejía Y un noble: Maximiliano.
Ya poco tiempo les queda De vida a los sentenciados Y el Archiduque, que siempre Fue de la forma un esclavo, Llama a Miramón, queriendo Sobre un punto interrogarlo.
Liega ei arrogante jefe Obediente a tal mandato Y órdenes pide gustoso A su infeliz soberano. Este le dice: -Seis horas Nos faltan. -Las voy contando Pues ya que no tengo sueño He de entretenerme en algo... -Perdonad que os distrajera, Pero quiero consultaros Cual traje será el más propio Para salir al cadalso. -No entiendo vuestra pregunta. Y agrega Maximiliano: -¿Nos vestimos de uniforme O saldremos de paisanos? Y Miramón le replica: -Majestad, voy a ser franco, Como ésta es la vez primera Que me fusilan, no es raro Que ignore lo que previene El ceremonial del caso. Sonrióse el Archiduque Y agregó con entusiasmo: «Miguel, en todo os admiro... ¡Qué vaior! ¡dadme un abrazo!».