Eras una con las flores que seguían a la luz hasta que con ella se esposaban. Y la luz de las flores una con tus manos. Con las aguas corrompidas que al toque de tus manos se hacían de cristal Y calmaban mi sed. Eras una con el agua de la vida.
Y cruzabas en tu andar espacios sin futuro ni pasado y se abrían a tu paso puertas y ventanas. Enseñabas a los hombres la escalera para que se vieran a sí mismos abiertos a la luz.
Sabia amante y amiga y hermana cómo fue que de pronto perdiste el sentido del poniente del levante del arriba y del abajo. Cómo fue que tu vía se estrechó Cómo fue que tu paso por el mundo acabó en en el arrabal.
Y contigo terminaste de perderme tú venida de lo alto. Yo me puse en la hilera a esperar lo inevitable. Y llegaron los verdugos hasta ayer mis amigos. Me enseñaron tus despojos y me hicieron hincarme a sus pies.