Al esplendor de la luna, los lobos aúllan, y las montañas morenas, se inclinan con astucia.
Las estrellas tintinean en goce, con la luz cegadora de la noche, que ilumina a las aves del bosque, empezando el cántico de las doce.
Los arboles rugen al redoblar de los tambores, que tocan aquellos pequeños roedores. El aire silba y silba con dulzura y firmeza, cortejando al gran reino de la naturaleza.
Los grillos se unieron al coro, tarareando un melodioso tono, mientras las luciérnagas, el aire escarchaban, de ámbar, rosado y rojo escarlata.
Las hadas y duendes felices danzaban, llenando las flores de rocío conforme bailaban. El vals de la luna ya acababa, pues el amanecer se asomaba.
Esta fiesta nocturna, dejaba a la arboleda taciturna, ya que el sol salía del horizonte, apagando todas las luces del monte.