Sumida en la ironía esboza un apático gesto y en el nicho indulgente de la discordia se encuentran sus ojos ingratos.
La Dama clorótica seca sus lágrimas, ejecuta con elegancia la centímana que acoge ramales de negros liros a sus cianóticos pabellones
¡Cuan grata la dicha pérfida del desencuentro!
Profesa la peste con umbría renitencia, en la lúgubre sobre-voz que estremece el canoro fúnebre en Pico de Roma que delata en cada suspiro la cólera rancia del abandono
Que perfuma con néctar de Belladona el fino sosiego de un paño de seda. Fruto pródigo que espeta la terca laconia de sus nefastas palabras
Porque solo un ósculo que terse el crúor de sus labios bastará para convenir su silencio. Sauzal que atraviesa su boca añeja y estéril como la yerma
Y quien fuera una bella rubescente hoy besa el miasma maldito que proclama a la urdimbre. su maligno efluvio letal
Mañana serás el fantasma, el fantasma de ojos velados. Mañana serás la nada y negros serán tus huesos.