Levanten sus copas que hoy la suerte se cierne a la botella
Dionisio pagó con sangre el trago amargo de la pérdida. Laureada la seda que envuelve el óbito de tu destino,
sobre el tinto que ateza de luto tu pecho atribulan sus enemigos en la cómplice oscuridad de un bar olvidado que arrulla en secreto la muerte bajo un mar de Ginebra
Que aguarda entre mentiras al íntimo ritual que sienta el pulso y añeja el vértigo de tus palabras
Petaca en mano que enciende tu aliento desgaja tus venas de oporto y ron y pinta de sanguinos matices la náusea ...
que apacigua el lamento de tu Ménade solitaria que entre espectros alcoholizados maldice el acre juicio del azar
Danza macabra que funde sus lenguas profanas, en la misma apática letanía
Maldita esa noche de julio parda como el veneno que rezuman tus vísceras parda como la trama endeble que corrompe tu hígado enfermo
Maldita la sed en tus ojos vidriosos negros como el nectar que escancian la Nísiades en la viña de tu cárdena mortaja.
Maldito el recuerdo que aún te ve
Sentado con beoda inocencia donde van a morir las ratas y un perro viejo sella con vos su pródigo pacto secuaz
Que entre pitada y pitada escapan a vos en susurros los versos del turco Jayyam batiendo suspiros al aire flotando en castillos de alquitrán
Que pensando en la muerte borracho y con voz cansada solías preguntar
¿Habrá allí una pizca de lima que bese el salitre de sus dedos renegridos?