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No me confundas con alguien que ya conoces -Dijo- No hay nadie mejor que yo para ti y lo sabes.

Nunca hubo palabras más sabias que esa, más exactas ni poderosas. En mucho tiempo me creí invencible, reina y dueña de lo que me rodeaba, de mi cuerpo. Hasta que por primera vez oí su nombre, desde que vi sus ojos tan repugnantes y hermosos, de lo único que soy dueña es de mis parpados que cierran cada mirada para poder continuar.

Ella era una desconocida para mí y muchas personas que no sabían de su trabajo. Era una maravillosa pintora de sus ideas y yo una paria común. La conocí cuando la música sonaba, cuando no pude escuchar su nombre, no  necesario. Su cabello era como caramelo quemándose y su rostro tan imperfecto que encantaba; pálida y con dudosa importancia por su higiene. Era la persona más descuidada que había visto y la más bella. Supo que toda la noche la miré y no me importó, supo que toda la noche la deseé y eso era lo que buscaba.

Al final de la noche se abrió paso hacia mí, caminando lento y segura. Tomó el vaso de mis manos y me invitó otro, ella decidió, yo lo tomé. No  me gustaba su sabor pero pensé que sabría mejor en sus labios.

-Sé que escribes -me dijo- nunca vayas a escribir sobre escribir, ni mucho menos de esto. -Lo sentí una orden, un abuso de confianza, una demanda de su privacidad. Me besó como si no le gustara, podría decir que por lastima o como premio por mi insistencia. Yo lo sabía pero lo disfruté igual, mejor que otros besos, que todos los besos.

-Agradezco mucho tu bondad -le dije mientras sonreía-. No era necesario, hay mejores cosas a las que prestarle caridad que a esta pobre imbécil. Hay al menos diez personas aquí esperando que hagas lo mismo que hiciste por mí. Me siento privilegiada y al mismo tiempo, arrastrada, si así puedo decirlo.

Agradezco el mal de tu pureza, como agradezco este sol que quema mi cara. Te prefiero, así no seas nadie -continuó- porque aquí todos pretenden serlo todo. Tú me miras y piensas que me has visto en algún lado, me describes y piensas que soy perfecta. No me confundas con alguien que ya conoces, no hay nadie mejor que yo para ti y lo sabes. Pero tú sigues siendo nadie, como todos aquí y te quedarás siendo nadie mientras yo me voy tranquila.

No pensé nunca que sus palabras fueron crueles, me marcaron por su honestidad. No me dolió ninguna palabra que salía por su boca, me dolían sus pestañas parpadear, sus labios moverse. Me dolió más verla ir tranquila y que no me llevara para ser su nadie. Sin embargo todavía, me duele verla sentada en su sofá, me duele ver como sufre cuando pinta, cuando va sola a tomar agua por las noches. Me duele en este momento sentir que se acuesta en su cama, me duele estar debajo de ella y no encima. Me duelen mis manos en su cuello y su respiración tardía.
Que la brisa haga infinita tu voz
como el canto del pinzón real.
Que alegren todas las mañanas
tu rostro al despertar
en el que me hablas de esa manera
alterando mi nervio radial.

Se desliza por mi tímpano
hasta mi vena femoral.
Qué gusto tiene tu voz,
qué bien se acopla en mi paladar.
Huelen tan bien tus palabras
que duele mi seno frontal.
Que acabe mi mirada criminal en ti.
Sobre la tez de tu espalda.
Volviéndome pequeña y caminar
sobre ella tal desierto.

No hay ola más grande
que la de tu cintura,
ni ojos tan profundos como la mar.

No es cualquier locura de la mías;
menguante de luna, cristal,
ni un sueño entre-dormida.

Escucho tu caminar.
sobre el frío de mi suelo.
Tu desnudez que me arropa.
se apaga la luz, inerte.
Te vas al despertar.
Así como no se puede dar marcha atrás a una palabra dicha,
no retroceden los pasos dados, no se limitan las emociones sufridas;  mucho menos las frías en un entrono inhumano.

Recomiendo en todo lo posible dejarse llevar por el día
para mantenerse intacto de lo vano y lo penoso,
también sé es parte del error,
ese que nos envuelve tan fríamente.

Las bases depresivas o más bien, maniático depresivas
a las que solemos acostumbrarnos,
las que amanamos con tanto fervor y no queremos dejar ir
porque ¿qué sería del arte sin la lujuria, el sufrimiento y la ebriedad?

La rutina de los decadentes, o de los que eligen decaer;
estar deprimido es un acto puro del cerebro brillante,
grande e indoloro al que le encanta padecer.
Y buscamos -para los que no sentimos con naturalidad el dolor-
constante aceptación; amarga e injusta
que resulta odioso para nuestros pares.

El dolor como parte egoísta de la juventud empírica
y naturaleza del cuerpo,
que busca también la compañía para compartirla y destrozarla.
Y destrozar a esas personas cercanos a nosotros; pares,
mierdas, animales o terceros.

Es la decadencia la forma de la vida,
el cliché nunca debe morir por los poetas deprimidos
no debe extinguirse; la pintura agresiva, ni los filmes fuertes.
Las formas son la expresión del imbécil natural,
natural, natural; que nace y respira, que muere y se ahoga
en sus propias palabras escritas,
en sus pensamientos turbios de noche.
I

Temblaban las manos, sudorosas a la temperatura,
se quebraban las piernas del suspense
mientras te veía caminar hacia mí.

Me detengo con el tiempo sin asegurar mi aliento
y me ahogo en el desasosiego de la espera,
los pasos cada vez más lentos,
siento las gotas de mis manos caer,
mis músculos titilar impacientes a tu llegada.

El verde hacia énfasis ese día,
lubricando mi pupila agitada.
El jardín de concreto nos presentó
de forma súbita,
y ahí, en ese lugar, te vi;
destruyendo cada partícula de temor
y volviéndome el alma y el color.

II

Las curvas que tomamos fueron insignificantes
comparadas a tu silueta esplendorosa.
Era inconsciente de todo lo que me rodeaba
pero tu presencia - aunque no tangible-
ya la reconocía y me sentía en curiosa paz.

Éramos niñas exaltadas en el momento,
turbadas por las miradas, los roces inocentes,
las risas nerviosas y los besos en el cuello.
Esperando, como nos es costumbre,
el instante previo.

Ese con el que tanto jugamos y evadimos
buscando ser perfecto,
pero la perfección no existe si no es de tus labios
que buscaron los míos sin importar el lance
y se adentraron en la ternura
haciendo paréntesis entre lugar,
dejándonos libres de los sentidos,
esos que nos distraen de nuestra causa.

III

Tu mirada entra en mí
como torrente de río bravo,
golpeándome con tus emociones
y haciendo las mía paralelas a las tuyas.

No hubo descanso alguno de mis ojos
desde ese instante, diligentes ante ti,
esperando cada movimiento, cada facción
de tu cara dulce.

Son anestesia tus manos sobre las mías,
tan suaves y delicadas,
fuertes y femeninas
que me tomaban como suya.

Cada palabra saliente de tu boca
eran milagros hechos de diosa,
retronando en mi cabeza
expandiéndola y haciéndome entender
la vida entre oraciones.

IV

Nunca presté atención a nada,
no recuerdo ningún rostro,
ni las palabras dichas esa noche.

Pasaba los minutos luchando,
esforzándome por mirar otra cosa
que no fuera tuya,
estar atenta, estar dócil,
calmando mi deseo mientras se acercaba el momento.
Estaba hipnotizada bajo tu aura,
tu presencia sobresaliente ante todo.

Tu mano siempre tomando la mía,
mi mano que se escapaba a tu pierna,
las personas hablando,
y yo escuchando nada.
"Vamos, vamos", pensaba repetidas veces,
intentando mantener mi compostura.
"Vamos, vamos", me dijiste o lo creí.

V

Desaparece la espera que me agota,
el cansancio que cerraba mis ojos por inercia,
para abrirse en su totalidad
admirando la belleza que expones.

Mientras bajan tus prendas,
subo a la búsqueda nerviosa de tus senos
que se encuentran primero con mi boca
y tus manos descubriendo mi espalda.

Ya había estado ahí,
presagio divino de la prórroga
que me hizo conocer tu olor,
tu sabor, tu esencia antes del acercamiento.

¡Qué desasosiego glorioso!
encontrarme entre tus piernas,
suicidio impetuoso de mi cuerpo
acabando en los mares de tus ganas.

VI

Se hacen las caricias infinitas en la noche
y se dejan entrar las luces
logrando iluminar la figura de tu cuerpo
sobre mío titilando.

Siento de nuevo las gotas de mis manos caer,
mis dedos se inundan en la complejidad de tu mares                                                           y puedo  sentir tu fuerza desintegrarse
perder tu mirada al vació,
oír tus sonatas acoplarse
mientras suenan venideros tus te amo
con los míos, se unen
dejándome incapaz de respirar
anegándome en suspiros.

Qué delicado tu pecho latiendo,                                                                                 el olor de tu cabello denso,                        
tus labios rojos cargados de los míos.                
El camino asomó tu esplendor                                  
y el azul cielo, me compensa…

VII

… Sin embargo pienso que tu rostro
-con todas sus expresiones- es más solemne
que las montañas que te rodean.
Que son más cálidas las paredes de tu interior
a la lava ardiente.

Invencible te miro un segundo
y al siguiente, débil,
tus ojos cerrados hacen juego con tu desnudez
y tus labios enaltecen los míos.

El largo de tus piernas son la ruptura del tiempo
dejando cicatrices desobedientes
y marcando un canon en mis quimeras.
Sigo la teoría de los mares;
arropan nuestras tierras
y me dispongo a imitarlos
arropando tus males.

VIII

Soy partidaria de la soledad,
de los espacios y del silencio
pero soy entusiasta de tu compañía,
de tus sonrisas suaves,
las conversaciones ajenas a lo serio
y las que se tornan formales.

Todas con el mismo fin;
marcar tus mejillas de sonrisas concluyentes.
Así se reducen los minutos
y volvemos a esperar,
esta vez a que termine
para seguir tenaces en la misma acción,
aguardar al momento del encuentro.

Reincidir en la ventura, que con él,
siempre nos alivia.

IX

Es fácil admirar tus gustos de erudita
y tan difícil dejarte ir.
Fácil la atracción de nuestras peculiaridades
y tan difícil soltarte.

Tan fácil aprender de ti y callarme
y tan difícil la espera.
Son verdaderos los momentos
y mentira el tiempo.

Reconstruyo los lugares
y te pierdes en sus caudales.
Tanto me lleve de ti
y tanto de mí se quedó contigo.

Recupero alientos mientras me alejo
y ya las montañas tan pequeñas se ven,
como hormigas claras y cómplices.

X

Hubo una vez un muro separando a los amantes,
desgarrándoles la cercanía pero nunca el deseo.
Estuvo y era tan frío que hería los pulmones,
esos con los que respiraban el aire del querido
y que ahogaban de desesperanza a aquél que esperaba.

Hubo una vez media república, separando nuestros cuerpos
pero no nuestras ideas.
Castigos de caminos largos por el llano o las favelas
que nacieron equívocos, erróneos
pero que no desune nuestra esencia.

Miles de infortunios puede haber
a lo largo de la existencia,
severos climas que acrecienten el temor
pero ninguno calcinará nuestro credo.

El concreto cae para convertirse en trenes
que nos adentran a la longevidad.
No importa el medio,
el encuentro es certero y perenne,
y los amantes eternos.
Somos un estado igual a todos los demás;
destruimos y matamos por nuestras diferencias.
No nos gustan los que son diferentes a nosotros,
mejor una cabeza en la tierra que una cabeza pensante.

¿Quién les permitió pensar diferente? Somos el estado,
pensaremos por ti, pero a diferencia de nuestros colegas
somos independientes, nuevos en la zona relevante,
somos menos hipócritas y atacamos directamente.

Nos gustan las mujeres también, pero no para el comercio,
no "occidentalizadas", nos gustan tapadas y calladitas.
Nos encantan los niños, como a los otros estados,
pero los adoctrinamos sin darle tantas vueltas.

Nuestros juguetes hacen daño, pero siempre sincero,
siempre por una razón.
Somos el estado nuevo, "la nueva revolución".
En otras partes del mundo nos imitan,
bien vestidos y con otro dios.
Intuitivamente he dejado de buscarte
para quedarme en ti.
Ya no camino perdida esperando un rayo de luz traslucida
ni deseo con fervor que el cielo se torne gris.

No he dejado de ser yo, sino lo contrario.
He dejado de ser vil y pesimista,
dejado donde estaba lo que no se me perdió,
tentando a los dioses que mal pagan
remidiéndose contigo;
regalo eterno y puro.

Ahora no sueño tanto con la bohemia,
sueño más con convertirme en marinera,
entregarme a la mar de tu entrepierna,
salir a zarpar en tu espalda.

Me convierto en sirena y me ahogo
con lo densa de tu agua; ardiente.
Ahora no respiro si no es de tu boca,
ni me muevo si no es con tu cuerpo.

No hace eco en mi cabeza las palabras del subsuelo,
mas bien me acarician palabras de tu encanto.
No pienso en lo eterno como algo etéreo,
pienso en tu mirada como algo divino.

Si no hay a quien adorar en este duelo
de la vida contra el fanatismo,
me confieso creyente de tu manto y senos.
Desde que decidiste hacerte grande
moriste mil veces de dolor,
desde que compartiste tu arte
se apagó la fantasía.

Tu error fue conformarte;
militar de alfombra gris,
militar sin combatir,
sin alzar tu bandera.

En el momento de proclamación
no hay vuelta atrás.
Te aceptas sin prejuicios impuestos
por la barbarie emparentada
y te dejas caer al fondo
donde sólo existe la gloria.

Cuando te despojas de la cortedad
vives la gratitud culminante;
sábana que te arropa hasta la muerte,
nudo de culpabilidad saturada.
Opcional...
Lo que no es la muerte; lo es la grandeza.
Todo en tu hablar es perfección.
Diosa que atraviesas las provincias,
rompiéndolas en dos para llegar a mí.

Qué suave se ve tu piel desde la lejanía,
tan cerca de mis manos lo redondo de tus tetas.
Se pasean por mi cabeza tus piernas de afrodita
y se levantan mis caderas explorando las tuyas.

Caminaremos por el asfalto frío de la noche
descalzas y desnudas…
Como en todas mis quimeras
bailaremos cualquier melodía
de esas películas virulentas que te gustan,
mi niña…

Iré a buscarte donde tu cuerpo habite.
Molestando a tus padres con mi chocante presencia.
Niña que ya es mujer, inocente entre mis piernas.

Sorpresivo tu arribo en mi días
con tu venida desnudez.
Iré a buscarte aunque importune
a tus amigos con mi haber.

Robando tu atención para mí
y cada espacio de tu ser.
Todo en tu voz es perfección
como mi invención de ti
desde que arribas hasta tu partir.

Cada parte de mi cuerpo es gris
hasta que tus manos magrean
con la suavidad de tu pudor
marcan tus letras en mi.

El destino en desacierto;
puente desaguisado
que separa tu tez de la mía;
malicioso arrebato.
Ella vendrá a mí sin propósito
como quien busca protegerse del frío,
cautelosa y afligida viene
a reconfortarse de mi grasa.

Vendrá azul y tonos grises
a mi más oscuro recodo,
escalando con sus uñas mi piel,
aferrándose de mi tortura.

Vendrá y me quedaré con ella;
sumergida en pensamiento.
Me quedaré con mis blancos y grises,
con mis tardes de inquietud.

Me quedaré con la simpleza de su modestia,
con la protesta de las noches amargas.
Esperaré cada palabra inalterable
para que venga y rogarle quedarme.
Iba con la ropa destrozada buscando qué robar en los abastos,
cuando al agarrar una lata la estantería se le vino encima.
Salió corriendo como victorioso, huyendo de su escena fatal,
como si hubiese ganado algún premio.

Al salir se encontró sin nada, pensó que lo había logrado:
"Pero lo logré, la tenía. Estaba justo en mis manos".
La tenía y lo había logrado; despedazarse al olvido.

Continuó caminando y se consiguió
a alguien peor vestido y más sucio,
lo miró y recordó; su ropa era la de él, más sucia y arrastrada:
-"Devuélveme mi ropa, ladrón" - Le dijo.

-"Yo era peor que yo, al fin puedo ver.
Peor que que este vagabundo del que estoy vestido,
más que la estantería que encima de mí caía,
peor que el guardia que me sostuvo".

Se miró y no contuvo las lagrimas
mientras se desnudaba para entregar las prendas ajenas,
una por una como oruga floreciendo.

Su piel era brillante como sol atenuante, despiadado
dejaba ciegos a quienes lo veían al pasar.
Se entregó y volvió a vestir sus prendas
asquerosas y mohosas, con sangre seca.

"Soy peor de lo que pensé que era,
ahora sé que no hay valor en mí.
Le robe el alma a un pobre pendejo
y el pendejo se burló de mí".
Debajo del mar vives en tus cuevas
liberadoras de todo mal
y te hundes en ellas, oscuras y frías,
titilando junto al miedo.

Haces sombras de tu propia luz
tras tu espalda desarmada
se confunden con tus manos negras
de destiempos inmundos,
soportando el peso de la reflexión
que caen como rocas
sobre tu cabeza adormecida,
rompiéndola en mil pedazos de ideas
y secretos contrariados.

En vano para tu cuerpo,
tenaz para tu mente que crece
en revolución a los sentidos,
que se muestra rebelde
como fuego ferviente.

Se avecina la verdad del mar rojo de tu venas
y llegan contundentes a marchar sobre el temor,
con tu pecho bullendo, explotando
se rompe el mar en tres; cubriéndote,
fortaleciendo tus huesos con su bruma.

Alzas tu cabeza casi rozando a la luna
porque no existe mar muerto,
no existe total infortuna
mas de los débiles con hambre
y sed de complacencia,
costumbristas del sufrir.
Se levanta la tormenta brava
y te haces dueñas de las aguas turbias.

Qué fuerte son las olas que golpean el cuerpo,
desgarrando los músculos.
Como marcan tu piel dejándola roja y fría,
atravesando sin trémulo tus venas congeladas,
dejándote inconsciente de tu alma piadosa,
volviéndose hacia ti en un llanto de muerte.

Abriendo los brazos te dejas ir a lo profundo,
hundiendo tu cabeza ahogaras tus miserias
y, partiendo desde el último aliento,
te dejarás vivir entre la espuma.

Entonces flotarás sobre tus penas
ya olvidadas y dóciles,
te dejarás vivir asomando la cara
frente a la luz más sincera de la noche.
Mira como agacha la cabeza aquella mujer,
tierna e inocente.
como apaga el fuego que sintió
por convicción y credo
Incapaz de sostenerse cae sobre su propio entierro,
el que ya estaba escrito.

No recorrió largas distancias ni respiro aire de mar,
no quitó el manto de sus ojos.
Fue cambiante en todo en su interior
y nunca supo proyectarlo;
el temor ardía como hiel.

Las historias en su lengua reposaron,
ardientes y misteriosas.
Sus rabias quedaron pavimentadas en su pecho,
sus senos nunca vieron luz.
"Oh padre, ¿qué me has hecho?"
Muerta en su juventud.

Sus opiniones dudaron de ser válidas
y de su existencia,
quedan pedazos de almas desgarradas.
"Oh padre, ¿Qué me has hecho?
que me has cocido las palabras.”
Seremos los muertos de hambre del futuro,
un desencanto para el capital nacional,
las bocas vacías por la pasión,
por la entrega del arte total.

Los que no serviríamos ni para basura,
los que les pintan las tetas feas,
los de las letras polémicas.

También seremos los que se levantarán
con el puño al aire y la bandera negra,
los de los sueños concretos
que no serán tomados en cuenta.

Hasta que levantemos nuestras voces
seremos y no seremos nadie,
nos esconderemos tras la voz de los mártires;
quejándonos de guerras y genocidios.

Haremos las preguntas más indecentes
y daremos pocas respuestas a los necios.
Dudaremos más de nosotros que de cualquiera
y estaremos seguros del costumbrismo,
del conformismo de los demás.
La colina empinada se avecinaba,
las sonrisas se detuvieron en la cumbre
y el miedo se plantó en los huesos
quebrando la inocencia desde adentro.

Desconcertados y sin aliento se mantuvieron de pie
hasta que el dolor les tumbó las rodillas al piso
viendo aquella tierra que tornó su color a rojo,
a ***** ceniza y abatimiento.

Vuelcan sus miradas hacia ellos
reconociendo lo que nunca habían sentido;
el sufrir de tu tierra, el sufrir de la muerte
causado por los que no tienen memoria,
que ayer eran mártires y hoy cazan inocentes.

Sus pechos aún formándose yacían en el piso
no teniendo a donde ir, se acostumbraban,
rogando que la tierra les quitara el dolor.
«Despierta, despierta. ¡Mira!
¡Yo lo sé, yo lo sé! Despierta.
Mira las estrellas que caen del cielo,
la luz viene a salvarnos,
la luz».
He caído en pozos oscuros
donde la claridad no existe,
donde mis ojos no tienen brillo
y no se distinguen de la niebla.

He tropezado con rocas más grandes que mi ego
y destruido posibilidades con fracasos.
Un día caí y no recordé nada,
se esfumó mi retentiva y con el golpe en la cabeza;
rebotó mi alma, dejando mi cuerpo frío azul.

La piel en el piso rozaba la mugre
que se desprendía de mis poros,
me fui aclarando como si alguna presión
de vapor celestial me bañara.

Todos los fantasmas a mi alrededor se espantaron con la luz,
flotaron en los gritos y se llevaron el miedo.
Era una luz azul tibia
que sanaba mi cicatrices con su canto,
suturaba mis heridas aún abiertas con sus palabras,
transformaba mis huesos en cimientos.

De pronto, detrás de ella, se encontraba mi alma,
abrazándola, amarrada a su espalda
como huérfana hambrienta,
y era tan amable y tan gentil
que se tornaba roja ternura.

La niebla salió de mis ojos
y brillaron como nunca al verte,
me ofreciste mi alma de vuelta
y me negué rotundamente.

No necesito mi alma
porque sólo contigo existe,
no necesito mi cuerpo
sin tu luz que me llene
de mar sabio que me empuja,
de tus ojos claros tenues.
Brillo que adormece tu mirada
como el pasar de la brisa cálida,
con el sonido de los pájaros
como en el auto-retrato.

Las manos que toquen tu piel
que dichosas son al quemarse
con el calor de tu tez.

Vas caminando por ahí,
atravesando tu cuerpo al blanco y *****,
tonteando con la perfección.
Los suelos sonríen con tu paso,
haces que flote en porvenir.

Se vuelven los mares en  pedazos
que después he de vivir
sola y atada a tu regazo,
para poder existir.
Noto los vinos y los pardos
de tus labios desde aquí.
Acabo de recordar lo que me marcó de las nubes
cuando miré alto, obedeciendo.
No fue su forma ambigua de reconocerlas
o de ver personajes inmaculados en ellas.

Recordé, también, la mirada insaciable
de edificios inmóviles pero con vida,
perennes totalmente por amor a guiar.

Te conocí ahí, más que en otro lugar.
Se despojaron las miradas y se tersó la piel
achicando los espacios en nuestras gargantas.
Así como el poco calor aclaró mi piel,
la tuya se fue derritiendo por el ácido de tus lagrimas.

Mis manos se dejaron ver mientras se entorpecían mis palabras
que acuchillaban más fuerte tu pecho
que jadeaba por el llanto nervioso.

Me entristecían demasiado tus gotas,
caían cada una aumentando mi culpa,
chocando con tu piel rojiza imperfecta.

No sería cualquier puta la que llorar te hizo,
pero no quisiera adentrarme a las costumbres.
Prefiero escurrirme por mis propias excusas
y hacerle un homenaje a tu nombre.

Prefiero, creo... Que se levantasen
todas las cadenas perpetuas y pagarlas
cada una dos veces,
así, sin pena, podría volver mi cara hacia ti,
sin vergüenza y con permiso
podría en la prominencia verte.
Fantasma de los mares;
apagando mis luces,
manchando mis blancos
de sangres y pus.

Marchando al sonido
del ritmo de campanas
que intrigan lo que amas.

Sin mucho pensar
se aletargan mis pasos,
van buscando los tuyos,
muero en tu regazo.

Vida, ¿de qué forma trabajas?                
Castigo  perpetuo, la lejanía,
serme negados mis deseos,
apagarme la paz, enterrar mis maletas,
romper las hojas de mi auto-invalidez,
quemar las espinas que me dio tu cuello rojo.

Somnolienta, avanzo sin tener rumbo.
¿A dónde iré si no triunfo?
Mi sonrisa que muere al ver
las mirada que deja de brillar,
la tristeza de la vida haciéndose notar

Despegando mis pies del suelo,
estrellándome contra él iré de acabar;
entre tus piernas sollozar
olvidándome de los fantasmas
y volviendo a jugar.
Necesito de la historia como explorador de los misterios,
de los ojos llorando y las piernas dudosas
como el sur que me aborda.

Demando la igualdad pero nunca la similitud;
infiel y amañada que manipula el intelecto,
que juega con la confianza
y me vuelca y condena al negativismo  
de todo razonamiento lúcido.

Exijo la muerte como pasaje al fin de la herida,
declaración de alegorías  perecederas
y yugo de paradigmas de badén.

La muerte como terraplén inevitable
que cae arraigada por el más vil de los infiernos;
la realidad; ataúd de mentiras no piadosas
y desmonte de dogmas estudiadas.

Requiero la paz como formula igualitaria,
como dictadura irrevocable.
Destrucción de los males equívocos,
frívolos y autoritarios.

La paz como estado autónomo,
emancipado de las corrientes veniales,
la rebelión sustancial del ser.
Las manos de quien me envuelve
son las manos sagradas del portal
que entremesean la vida con la muerte
y compara la condena con la dicha.

Las que crean pendientes en mi cuerpo
con la piel eminente de sus dedos,
devastando historias bélicas primitivas
con sus nudillos llanos  inquebrantables.

Delicadezas que se mueven firmes
por el afán siempre eclipsado
de mis letras accidentales inflexibles
que instigan el tormento de tus labios.
Somos tantas cosas y casi todas malditas,
no sólo somos pies reos a este suelo,
ni mentes con dudas extraordinarias,
no somos preguntas pero tampoco somos respuestas.

Somos preguntas, somos contradictorios;
verdad y mentira, urgidos y naturales.
Experimentales racionalistas, adictos a sentir y a odiar,
somos más que eso, somos pasado y futuro, nunca presente.

Somos arte y somos la destrucción, nunca la salvación.
Las ideas, los pecados, las risas y la muerte.
Somos la muerte, la vida; esperando la muerte.
La decepción, eso somos, la decepción de la carne y los huesos.
Me libera de forma inaudita su cuerpo
alcanzando en mi todas las fases de la concentración,
el “mundo real” y la cotidianidad.
Tengo teorías que siempre terminan en el mismo cause,
como todos los caminos me llevan a ti
y rompen prisioneros por los limites distanciales.
No soy yo capaz de reforzar teorías
pero sí de intentar exponerlas.

1. Te miro mientras descansas.
Como quién mira a su presa antes de atacar
y la acción se contradice por su sutileza;
entonces es como quien mira a su musa
y se llena internamente de gozo y amor.
Mis ojos caen en tus curvas como yunque,
estallan y se llenan de pasión.
Miro lo que no está, aun con más fervor
que lo “real”, como a un fantasma.

2. La cercanía de tu piel.
Son oasis matutinos de ti al despertar.
Siento tu piel erizar tan cerca,
no se tocan ni coordinan,
sólo roza tu aura con la mía.

3.Mi nombre en tu voz.
Poder dogmático de mi ser,
arropando mi nombre y haciéndolo sincero.
Incita en mi el deseo de “ser”,
rompiendo mis ideas del disimulo existencial.

4. Me encuentro contigo.
Viajes nocturnos a donde estás.
Eclipse lunar recortando distancias,
palabras volátiles que abren paso en el mar.
Hasta que llego entre luces,
y ahí estás sin estarlo.
Me acercan tu sonrisa y tus detalles,
siento que te puedo alcanzar.

5. Aliento crucial.
Tornado de tus palabras que alimenta mi deseo,
transformándose en desnudez
y entrelazándose con las mías.
Desde lejos tu respiración juega y,
cuando tu aliento entra en el trance crucial,
se conecta con el mío.
Puedo oír tu voz sollozar, tus pupilas cerrar,
tus manos magrear hasta el suspiro.
Se ven mis manos comprometidas a tocarte hasta el último rincón de tu cuerpo
para hacerte sentir divina,
mas la distancia se hace invencible y se quedan las ganas en el aire,
volando transparentes sin que nadie las note.

Esos silencios que guardas son tan tuyos que me alejo,
te adornan la mirada.
No evito tus refugios, ni tus lloros,
veo como se adormecen en tus letras
y me hacen pesar.

No soy luz de alegría, me disfrazo de ella
para ver tu sonrisa pasear por mi cabeza.
El sol se pone en la curva de tu espalda,
es todo lo que puedo ver, lo que conozco.

Por eso sé, que no importan…
Las memorias raras y los días grises,
importa las mañanas que me da
tu existencia, tu luz.

— The End —