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Que la brisa haga infinita tu voz
como el canto del pinzón real.
Que alegren todas las mañanas
tu rostro al despertar
en el que me hablas de esa manera
alterando mi nervio radial.

Se desliza por mi tímpano
hasta mi vena femoral.
Qué gusto tiene tu voz,
qué bien se acopla en mi paladar.
Huelen tan bien tus palabras
que duele mi seno frontal.
Fantasma de los mares;
apagando mis luces,
manchando mis blancos
de sangres y pus.

Marchando al sonido
del ritmo de campanas
que intrigan lo que amas.

Sin mucho pensar
se aletargan mis pasos,
van buscando los tuyos,
muero en tu regazo.

Vida, ¿de qué forma trabajas?                
Castigo  perpetuo, la lejanía,
serme negados mis deseos,
apagarme la paz, enterrar mis maletas,
romper las hojas de mi auto-invalidez,
quemar las espinas que me dio tu cuello rojo.

Somnolienta, avanzo sin tener rumbo.
¿A dónde iré si no triunfo?
Mi sonrisa que muere al ver
las mirada que deja de brillar,
la tristeza de la vida haciéndose notar

Despegando mis pies del suelo,
estrellándome contra él iré de acabar;
entre tus piernas sollozar
olvidándome de los fantasmas
y volviendo a jugar.
Que acabe mi mirada criminal en ti.
Sobre la tez de tu espalda.
Volviéndome pequeña y caminar
sobre ella tal desierto.

No hay ola más grande
que la de tu cintura,
ni ojos tan profundos como la mar.

No es cualquier locura de la mías;
menguante de luna, cristal,
ni un sueño entre-dormida.

Escucho tu caminar.
sobre el frío de mi suelo.
Tu desnudez que me arropa.
se apaga la luz, inerte.
Te vas al despertar.

— The End —