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Guardé tu silencio como palabras,
pintando en escenas imaginarias
momentos, abrazos
que no llegaron.

Entonces el silencio se convirtió en ruido,
en baile,
en música,
en melodía.

Ayer las melodías
que sonaban en mi cabeza
callaron.

Mirar el final de frente
no es ver un telón cerrándose…
No es bajar la mirada ante lo inevitable,
es sostenerla
mientras la luz se apaga,
mientras la oscuridad,
con su largo vestido,
entra en la estancia
y lo envuelve todo.

Es el final
de este cuadro que pinté
de ilusiones,
de esperanzas,
de memorias.

No hay salida,
ni escenarios posibles,
no hay mañana.

Solo está el hoy,
con total despojo de colores,
y una sombra
que baila entre los pinceles.

Extendí mi mano
mientras las sombras bailaban en el recinto,
pero no encontré tu mano;
ni siquiera mi mente creativa
pudo crearla esta vez.
No había nadie,
solo las sombras
y yo.

Es el final de mis poemas a ti,
a mi yo contigo.

Es el final de una obra
en la que no hay actores,
solo yo,
como espectadora.

No hay trama,
ni vivencias,
ni libretos,
ni escritos,
ni guiones,
ni palabras.

No hay nada,
solo el fin
y yo.
Anoche fue una noche mala para mí.
No había lágrimas,
no había ruido,
solo ese silencio
que ya no tiene melodía.

Así nació Fin de la obra.
¿Cómo se describe lo que se encontró sin buscarse?
¿Cómo describir sin miedo y sin tinta
lo que grabaste en mi vida…?

Me sentí abrumada ante tu presencia,
lejana en cuerpo,
pero cerca a mi alma.

Eras intocable,
pero te toqué.

Toqué tu cuerpo,
tus manos,
tu rostro.
Te besé en esas pequeñas noches
en las que la poesía
se volvía nuestra manera de amar...

---

Creo que cuando se creó la poesía,
alguien pensó en tu alma y la mía,
abrazadas bajo las estrellas
de la metáfora
y lo invisible…

Era cuestionable a los ojos del mundo
usar el lenguaje humano,
y por eso usamos la poesía
como la forma
de no herirnos,
de decir lo no permitido,
de vivir lo que no puede vivirse...

---
Me he propuesto hacer una oda al amor.
Y sí, lo que siento es amor:
amor poético,
amor de alma,
amor.

Sí, mi amor es amor,
aunque no del que se toma
diariamente como el café.
Es el que se esconde
bajo versos inescrutables,
invisibles,
inevitables, tal vez.

---
Ya no existen en papel,
pero lo escribí en tu pecho desnudo,
y tú en el mío...

---
Cuando te sientas solo,
búscame en la noche,
en el silencio.
Cuando fumes,
cuando, en ese rito sagrado
en el que te desconectas del mundo,
me fumes,
me pienses,
me añores.

Así como yo te añoro,
te pienso,
te extraño.
Nombrar el amor nos permite liberarnos.
No debiste cerrar la puerta así.
La violencia del portazo
ha estremecido mis manos.

¿Debías cerrarla así?
No lo creo.
O tal vez lo que yo creo
no importa.

Yo nunca la habría cerrado así.
Tal vez habría dejado
que el tiempo y la naturaleza
hicieran lo suyo.

Tal vez las malezas
se hubieran subido por el marco,
enredado el umbral,
convertido la despedida
en algo más lento,
más orgánico,
menos cruel.

Pero lo que yo creo
no importa.

¿Mis palabras fueron mucho?
¿Te dolieron?
¿Te empujaron?

Me atormenta lo que dije.
Tal vez las habría guardado.
Pero las pensé durante semanas,
las cuidé,
las envolví
como un regalo.

Un regalo
que provocó que tiraras la puerta.

¿Soy culpable
de tu acto final?

¿Acaso mis palabras
fueron bruscas?

No lo sé.

Solo sé
que tú
no debiste irte así.

Pero no importa.
Ya no.
Hay tantas preguntas,
pero no hay respuestas.

Las arañas suben por mi cabeza,
tejen nidos,
se enredan con las palabras
que ya no pueden salir.

Silencio.
Silencio.
Quisiera escuchar silencio.

¿Tiene voz el silencio?
Nadie lo ha dicho.
Yo creo que sí.
Tal vez suena como nubes
que llevan fuego
en vez de agua.

El agua se evaporó.
No existe.
Solo queda neblina.

Estoy hecha de palabras,
pero estoy enredada.
Mi mente está nublada.
Las arañas han hecho hogar.
Hacen fiesta con mis pensamientos.

Hoy no coordino lo que pienso
ni lo que digo.

Hoy,
solo soy
un nido
de arañas.
Nataly Donado Jun 28
Una brisa suave entró por mi ventana.
Fue cálida, fue silenciosa.
No se movieron las cortinas.
No opusieron resistencia.

¿Acaso puede nombrarse una brisa?

No tuvimos tiempo de tomarla.
No pudimos entender su plenitud,
ni su fuerza,
ni hasta dónde llegó.
Pero entró en tu casa…
y entró en la mía.

¿Sientes ese silencio?
Yo también lo siento.
No sabemos cómo llamarlo.
Ni siquiera podemos escucharlo.
No hay nada.
No hay silbidos,
ni voces,
ni ecos.

¿Te has detenido a mirar el paisaje?
Yo también lo he hecho.
No lo había visto antes.
Esas montañas no se habían presentado.
No había colinas,
ni ríos,
ni flores.
Tal vez solo cielo nublado.

¿Cómo podemos llamarlo?

Tal vez… no hay nombre.
Y esto que vivimos,
que sentimos,
que quisimos,
no puede tenerlo.

¿Quisimos…?
¿Qué fue eso?
¿Cómo se llama?

¿Te lo preguntas también en tus largas noches?
¿O solo recuestas la cabeza en la almohada,
y te sumerges en tu mundo interior,
intentando evitar tu realidad?

¿Acaso, en tu almohada, puedes nombrar esto?

Yo no.
Y tal vez no quiera hacerlo.

Porque es imposible.
¿Brisa?
¿Silencio?
¿Paisaje?
¿Amor?
No lo se.
Tú tampoco.

Tal vez vivirá sin nombre,
pero vivirá.
Porque fue real,
aunque no tenga nombre.
Para todo aquello que nos tocó el alma,
pero no pudimos ponerle nombre ni etiqueta.
No tuvo prólogo,
pero tampoco final.
Te dejo ir,
¿alguna vez has pensado en lo que significa eso...?
No es solo soltar,
es no mirar más atrás,
es abandonar cualquier idea o palabra que viajara contigo.

Te dejo ir como quien ya no ve más camino,
no hay tierra firme por delante,
no existe más que un inmenso mar que jamás tendrá fin
y aquí estoy yo, de pie en la orilla,
entendiendo por fin...

Te dejo ir como quien sabe
que esas aguas lo único que harían sería hundirme,
y entonces no podría respirar...

Más bien, me voy yo,
sabiendo que jamás estuviste dispuesto
a llegar a mi orilla
y nadar conmigo ese mar...

Hoy me despido de ti,
y tal vez sobrevivas en mis letras por un tiempo,
hasta que ellas olviden lo que se sentía quererte...

Muchas veces te dije adiós
pero no partía de la orilla,
esperaba tal vez que mis ilusiones fueran suficientes
para que regresaras
y mientras eso ocurría
tú seguías alejándote más
en el profundo mar...

Me doy la vuelta
y no miraré más atrás...
no quiero ahogarme contigo.
Para todos aquellos amores no correspondidos.

— The End —