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Yo quiero ser la otra:
La que escondes de noche,
La de paseos en coche,
La de cosas prohibidas,

Quiero ser la querida:
Por siempre tu derroche,
Cómplice en tus huidas,
La que lame tus heridas
Y sabe mirarte a los ojos
(Cuando ni tú mismo te reconoces,)

Jamás ser la oficial,
Ni la de la silla presidencial,
Ni la santísima catedral,

Yo:
Yo quiero ser templo escondido,
En medio de la sombra del suplicio,
A donde llegas hambriento y cansado
A ofrecer tu sacrificio,
Tu amor
Sin derechos, ni beneficios...

Caemos lentamente al precipicio,
Donde dicen que de allá uno jamás vuelve,
Una sombra roja nos envuelve,
Dicen que ahí es donde los pecados se absuelven,
Ahí, donde te conocí,
En ese bar de mala muerte,
De la mano de aquel con el alma rota...
Yo quiero ser la otra.
Te quiero porque tienes las partes de la mujer
en el lugar preciso
y estás completa. No te falta ni un pétalo,
ni un olor, ni una sombra.
Colocada en tu alma,
dispuesta a ser rocío en la yerba del mundo,
leche de luna en las oscuras hojas.
Quizás me ves,
tal vez, acaso un día,
en una lámpara apagada,
en un rincón del cuarto donde duermes,
soy una mancha, un punto en la pared, alguna raya
que tus ojos, sin ti, se quedan viendo.
Quizás me reconoces
como una hora antigua
cuando a solas preguntas, te interrogas
con el cuerpo cerrado y sin respuesta.
Soy una cicatriz que ya no existe,
un beso ya lavado por el tiempo,
un amor y otro amor que ya enterraste.
Pero estás en mis manos y me tienes
y en tus manos estoy, brasa, ceniza,
para secar tus lágrimas que lloro.
¿En qué lugar, en dónde, a qué deshoras
me dirás que te amo? Esto es urgente
porque la eternidad se nos acaba.
Recoge mi cabeza. Guarda el brazo
con que amé tu cintura. No me dejes
en medio de tu sangre en esa toalla.
Sobre las aguas,
sobre el desierto de las horas
pobladas sólo por el sol sin nombre y la noche sin rostro,
van los maderos tristes,
van los hierros, la sal y los carbones,
la flor del fuego, los aceites.
Con los maderos sollozantes,
con los despojos turbios y las verdes espumas,
van los hombres.

Los hombres con su tos, sus venenos lentísimos
y su sangre en destierro
de ese lugar de pinos, agua y rocas
desde su nacimiento señalado
como sepulcro suyo por la muerte.

Van los hombres partidos por la guerra,
empujados de sus tierras a otras,
hombres que sólo llevan ya a la muerte su diminuta muerte,
vagos semblantes sementeras,
deslavadas colinas y descuajados árboles.
La guerra los avienta,
campesinos de voces de naranja,
pechos de piedra, arroyos, torrenteras,
viejos hermosos como el silencio de altas torres,
torres aún en pie,
indefensa ternura hundida en las bodegas.

Al terrón cejijunto lo ablandaron sus manos,
sus anchos pies danzantes
alzaron los sonidos nupciales del viñedo,
la tierra estremecida bajo sus pies cantaba
como tambor o vientre delirante,
tal la pradera bajo los toros ciegos y violentos,
de huracanado luto rodeados.

A la borda acodados,
por los pasillos, la cubierta,
sacos de huesos o racimos negros.
No dicen nada, callan,
oyen a sus mujeres (brujas
de afiladas miradas alfileres,
llenas de secretos ya secos como añosos armarios,
historias que se sacan del pecho entre suspiros)
contar con voz rugosa
las minucias terribles de la guerra.

Los hombres son la espuma de la tierra,
la flor del llanto, el fruto de la sangre;
hijos de la ternura son de llanto,
son de piedra y estrella, son de sol,
son planetas que cantan mientras viven.
¿No hay agua, llanto, oh ramo
de soles apagados?

Los hombres son la espuma de la tierra.
Hijos de la ternura son de llanto
y renacen del llanto, diluviales,
y se esparcen por siglos como campos.

Bebe del agua de la muerte,
bebe del agua sin memoria, deja tu nombre,
olvídate de ti, bebe del agua,
el agua de los muertos ya sin nombre,
el agua de los pobres.
En esas aguas sin facciones
también está tu rostro.
Allí te reconoces y recobras,
allí pierdes tu nombre,
allí ganas tu nombre
y el poder de nombrarlos con su nombre más cierto.
Buena suerte, muchacha. Lucirás muy bonita
con el velo de novia y el ramo de azahar,
pero sin el sonrojo de la primera cita,
sino pálida y seria delante del altar.

Pronto será la boda. Pero acaso un despecho,
amargará las noches de tu luna de miel,
si al abrir una puerta reconoces un lecho
o al cruzar un pasillo recuerdas otro hotel.

Sin embargo, muchacha, cuando termine el viaje,
ya serás la señora de no sé qué señor,
aunque tal vez descubras, al abrir tu equipaje,
que en la prisa, ¡qué pena!, se te olvidó el amor.
LKenzo Dec 2020
Siempre, cuando llueve y estás triste
reconoces en ti el fracaso de no luchar
pero ahora, mirando atrás, puedes ver
que esos días, no estaban tan mal
Llorando en el jardín
bajo la pergola, protegiéndote del agua
el día es gris.
Diciendo “por favor, no cortes las flores”
“por favor, no cojas mis flores”
Buscando a la persona, que comprenda,
durmiendo en la tierra de alguien más
pensando que es tu hora...

Todas las noches, cuando estás triste
reconoces a tu almohada que te has rendido
pero ahora, mirando atrás, ¿puedes ver?
en esos días, tu mente hace “crack”
Llorando en el jardín
bajo la lluvia y el viento
Suplicando “por favor, no cortes las flores”
“por favor... deja que crezcan”
...y que mueran
¿Como podría ayudar a alguien como tu?
Incapaz de comprender mi idioma
incapaz de ayudarte ni siquiera a ti
incapaz de percibir
duermo triste bajo la tierra
esperando a que las flores crezcan
florezcan
esperando a que mueran
Sé un buen hermano
cuida del jardín
solo como yo
cuidaré de ti...
solo de ti...

Bajo los adoquines, la playa
la arena suave y fría entre los dedos resbala
Erosionando contra las rocas
me haces enloquecer
temer
Al borde de la muerte nada me importaría más
que tu respuesta
Al borde de la muerte nada me mataría más
que tu respuesta
Envuelta en un jardín de corales
en la penumbra profundidad del océano
tumbada en el castillo submarino
en el reino de los peces
donde mi pelo tiene forma
donde mi cuerpo ya no flota.
Las pequeñas sirenas de ti se alimentarán
tu cuerpo hinchado con dientes afilados
besarán
Como ángeles que te elevan al volar
nacidas y vueltas a espuma marina
con pequeños peces neón
comiendo de sus heridas.
Cada día es igual
una montaña de nostalgia
Ya no llueve en el mar
las flores están ahogadas
la hierba alta verde y de coral
no me deja ver el cielo
más allá del agua de cristal,
hace algún tiempo
que solo veo las olas al revés
desde dentro.

— The End —